Un pueblo surgido de la literatura nació en Cisjordania para resistir la ocupación: El campamento de la Puerta del Sol palestina
Bab Al Shams dejó de ser literatura para convertirse en realidad durante poco más de dos días. La Puerta del Sol, en su traducción literal del árabe, era sólo el título de una novela del escritor Elias Khoury que recoge voces de palestinos en el exilio, en la resistencia y en la vida diaria. Hasta que hace pocas semanas cobró vida para dar nombre a un pueblo de tiendas de campaña en medio de la nada, poblado por cientos de activistas palestinos y seguidos con atención por periodistas y diplomáticos de medio mundo.
“No permaneceremos en silencio mientras continúa la expansión de los asentamientos y la confiscación de nuestras tierras. Por la presente establecemos el pueblo de Bab Al Shams para proclamar nuestra fe en la acción directa y la resistencia popular. Declaramos que el pueblo permanecerá firme hasta que los dueños de esta tierra tengan el derecho de construir en ella”. El bando del pueblo, su declaración constituyente, podía leerse el 11 de enero en la web de la coordinadora de los Comités de Resistencia No Violenta en Palestina. Ese mismo día los líderes del movimiento habían convocado en Ramallah a simpatizantes para contarles sus planes, mantenidos hasta entonces en secreto.
Montados en un par de autobuses, los y las pioneras tomaron rumbo norte, hasta un terreno situado entre Jerusalén Este y el gran asentamiento de Maale Adumim. Un área desolada, poblada por comunidades beduinas dispersas, pero clave en la actualidad.
Se trata de la zona conocida como E1, tierras palestinas sobre las que el Gobierno israelí tiene control civil y militar, como ocurre en el 60% de Cisjordania.
El gobierno de Tel Aviv anunció a finales de noviembre la construcción de 4.000 nuevas viviendas allí tras el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro en las Naciones Unidas. Una amenaza de graves consecuencias, puesto que así se partiría Cisjordania en dos y se dejaría la Jerusalén árabe prácticamente inaccesible para los palestinos.
La elección del lugar para situar Bab Al Shams en el mapa fue muy premeditada, como también lo fue el modo de hacerlo. En un par de horas se levantaron tiendas, se conectó la electricidad y se instaló una clínica de campaña. “Queríamos crear nosotros también realidades sobre el terreno”, nos explica la activista Irene Nasser. La misma táctica de los hechos consumados que emplean muchos colonos judíos: plantan sus caravanas en terrenos palestinos, creando los llamados puestos de avanzada. Son ilegales incluso para la legislación israelí, pero sus autoridades aseguran que, una vez allí, deben asistir a sus ciudadanos, dándoles protección, luz y agua y permitiendo que muchos esos puestos se conviertan en asentamientos definitivos.
La misma táctica con diferentes protagonistas, a los que después se unieron más. Las primeras fotos de Bab Al Shams, los mensajes en redes sociales y el boca a boca hicieron que decenas de palestinos se sumaran a la iniciativa, cruzando montañas a pie para sortear los puestos de control. Y es que la zona había sido declarada “zona militar cerrada”, un método habitual para restringir el movimiento en Cisjordania.
El pueblo dio la oportunidad de que muchos activistas se vieran las caras, como destaca Nasser. “Bab Al Sahms reunió a gente de muchas áreas distintas, Cisjordania, Jerusalén y 1948 (es decir, los palestinos que viven dentro del actual Israel). Entre los grandes obstáculos del movimiento de resistencia destaca la división que la ocupación provoca entre los palestinos”, explica la activista.
Estrategias no-violentas
En realidad hay otras diferencias dentro la resistencia, como los distintos enfoques acerca de la estrategia no-violenta, la relación con la clase política local o el nivel de participación de activistas israelíes y extranjeros en las protestas. Pero en el caso del pueblo, muchos se subieron al carro. Algún político palestino populista ofreció declaraciones incansablemente a los medios, a pesar de su nula implicación en el proyecto, y también lo hicieron líderes de otras organizaciones poco afines.
Rencillas aparte, los que, como Nasser, ocuparon las tiendas de campaña pensaron que iba para largo. Contaban con el beneplácito del dueño del terreno y presentaron un recurso ante los tribunales israelíes que, en teoría, les libraba de cualquier operación militar durante seis días, hasta la decisión de un juez. Pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en vísperas de las elecciones, expidió una orden de desalojo del pueblo alegando razones de “urgente seguridad”.
El pueblecito surgido de la nada amenazaba al potente Estado.La literatura volvió otra vez a la realidad. En la novela de Khoury, Bab Al Shams es una cueva en la que un palestino en el exilio libanés y una palestina de Galilea se encuentran tras cruzar fronteras en secreto. Los activistas quisieron que esa pareja se hiciera real para casarse, así que escenificaron una comitiva de boda para regresar días después al pueblo.La novia era una activista extremeña que nos cuenta que tuvo que correr, vestida de blanco, cuando les rodearon los soldados. El intento frustrado de repoblar Bab Al Shams acabó en arrestos y las tiendas de campaña fueron demolidas.
Confiscación de tierras
La iniciativa fue emulada a pequeña escala. Bab Al Karama, la puerta de la dignidad, fue fundada para intentar llamar la atención sobre confiscación de tierras en el norte de Jerusalén, otra aldea de tiendas de campaña surgió cerca de Hebrón. Acabaron también demolidos.
Bab Al Shams no produjo grandes resultados, la realidad en el terreno continúa siendo la del control israelí refrendado por unas elecciones generales que volvieron a dar el poder a Netanyahu y su apoyo a la expansión de asentamientos.
No han cambiado las cosas, si nos remitimos a los hechos macropolíiticos. Pero sí “ha sidouna iniciativa fundamental a nivel emocional y piscológico”, nos cuenta la activista extremeña. Después de años trabajando en Palestina, ella siente que “se rompió el ciclo de desesperanza, se recuperaron las ganas de resistir con imaginación”.“Bab Al Shams fue una experiencia única en su manera de desafiar la infraestructura de la ocupación de forma preactiva” -dice Nasser- “pero es importante recordar que no fue el principio ni el final del movimiento de resistencia popular, que fue una táctica en el marco de una estrategia mayor”.
Fuente: Periódico Diagonal - España
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